Cuando se hace una fiesta entre amigos, por lo general son los hombres los que se encargan de preparar la comida, por lo menos donde yo vivo y eso significa que muchas veces el borracho de turno termina a cargo de la parrilla y todos terminan metiendo la mano para poder sacar la carne adelante.
En esta ocasión la experiencia fue muy distinta, pues invitamos a la fiesta al “Maestro de los asados”, jajaja, un gran amigo que estuvo haciendo un curso sobre el arte de la carne a la brasa o al carbón y nos enseñó a preparar, lo que para mí fue la mejor carne que me he comido en mucho tiempo.
Primero pusimos la carne en trozos muy grandes, que por cierto era lomo de res, sin madurar, pues en ocasiones la carne fresca, a pesar de ser más dura, tiene un mejor sabor. La idea es que el maduramiento es un arte bien difícil y si no se cuentan con los medios necesarios, mejor no hacerlo.
La carne se cubre de sal marina y se sella, es decir se pone a fuego muy alto para quemar la capa exterior, luego se tiene un buen tiempo a fuego relativamente lento y con la tapa de la parrilla abajo, para que el vapor caliente la carne y la cocine por dentro, pero sin perder líquidos.

Luego de todo ese proceso solo queda volverla a poner a fuego fuerte, para dorarla, cortarla en rodajas y servirla. La verdad un completo manjar.